Esto se unió a que el sábado celebramos el Mini Pichi Fest y fue bastante… interesante. Estoy muy contenta de que el Pichi Fest sea un lugar donde la gente que no se siente cómoda en ciertos ambientes fanzineros se sienta bien y segura. Digámoslo claro: el mundo del fanzine en España es muy machirulo. Ya lo he dicho en alguna ocasión, pero en un gran número de fanzines producidos aquí no se dejan de reproducir comportamientos y discursos hegemónicos y terribles, humillantes para muchísima gente: misóginos, homófobos, tránsfobos, capacitistas… Asimismo la manera de relacionarse entre los propios fanzineros que muchas veces se me parece mucho a lo que llamo la camaradería del “LOLOLO”… Estar en la esquina escondida de la cultura y tener que aguantar las mismas mierdas. Me niego radicalmente.
Yo entiendo los fanzines como un lugar donde poder ser tú mismx, es nuestro refugio en un mundo hostil, es el espacio en que inventar y vivir todas las posibilidades que nos son negadas en el mundo real —a muchxs negadas de manera violenta—. Y como una extensión física del fanzine los festivales de fanzines creo que deberían de funcionar de la misma manera. Si el fanzine es un arma política, los festivales también lo tienen que ser y solo lo pueden ser con un posicionamiento claro y radical. Tienen que ser el lugar donde lxs rarxs, lxs marginadxs, lxs inútiles se conozcan, hablen, se empoderen. Que sientan eso que decía la pancarta que vi en el documental: que venceremos. Aunque sea solo por unas horas. Todo lo demás es pura estética vacía.
Está claro que cada unx habitará el mundo del fanzine qué más le guste, porque por suerte o por desgracia hay varios. Yo sé cuál es el mío y haré todo lo posible porque exista y nunca deje de hacerlo.
Fragmento del Fanzine Miguel nº30 |
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